Más dónuts, menos drama
Después de terminar mi dónut, estoy convencida de que, a veces, lo único que se necesita para ser feliz es un pico de glucosa
Hemos pasado la época en la que una dieta sana consistía en cantidades ingentes de cereales edulcorados y nos hemos adentrado en la época en la que los bizcochos se preparan con aguacate. Si comes algo dulce o con mantequilla tienes que meterlo en la categoría de placeres culpables y una gran parte de la población parece no darse cuenta de que los pasteles hechos con canela de Ceilán nunca estarán tan sabrosos como aquellos hechos con azúcar.
Es posible que tanto nuestra generación como la generación de nuestros hijos tengamos mucho que agradecer a todos estos avances que evitan que nuestro abdomen se inflame y nos ponen en ruta hacia la inmortalidad. Sin embargo, tengo que reconocer, que echo de menos los colores de las cajas de cereales y las galletas y los tarros de mermelada y la mantequilla y no puedo resistirme a un par de huevos a la plancha con pan. Por eso mi dieta saludable incluye repostería francesa, mantequilla, dónuts de chocolate fondant
y el helado Häagen-Dazs de nueces de macadamia,
Y es que en esto de la dieta saludable, como ocurre con las religión católica, hay más creyentes que practicantes. Estaba pensando en esto cuando he escuchado un podcast en el que una experta en bioquímica explicaba porque era importante evitar los picos de glucosa. Al parecer, nos pasamos la vida comiendo cereales y patatas fritas y cuando intentamos dejar de comer cereales y nos pasamos al aguacate y cambiamos las patatas fritas por palitos de calabacín, nuestro cuerpo entra en pánico. Reconozco ese pánico en mi propio cuerpo, por eso lo de la repostería francesa. No puedo remediarlo, hasta ahora no he encontrado algo que me haga más feliz y consiga aliviar ese miedo que aparece a media tarde, cuando la luz está descendiendo y la noche todavía no es oscura. Ni siquiera la respiración bifásica, ni la meditación, ni un retiro de silencio. En esos momentos tengo un objetivo, no miro a los lados, me dispongo a avanzar con paso firme hasta la pastelería, sin importarme la marca de mi vaquero o la celulitis.
Que no cunda el pánico, al parecer, en todo esto de la glucosa, no todo son malas noticias. La experta del podcast, decía, que el azúcar es el combustible que utilizan nuestras células para funcionar. Detalle que me provocó un gran consuelo. Ojalá lo hubiese sabido hace unos años. Cuando por recomendación de una inmunóloga dejé los croissants para adentrarme en la religión del aguacate. Ahora sé que, al menos, y a pesar de mi celulitis, toda la repostería no fue en vano. Mis células estaban siendo alimentadas, les estaba proporcionando felicidad. Por eso he decidido darle a mi cerebro lo que estaba pidiendo. La primera opción que me ha venido a la mente ha sido la de pedir que alguien me consiguiera una caja de macaroons de Pierre Hermé. Creo que si hay algo en el mundo que podría hacer que el universo conservase su integridad serían unos macaroons. Le he dado vueltas durante un rato, hasta considerar que eso podría llevar algo de tiempo, ya que tendría que encontrar a alguien que fuese a viajar próximamente a Francia, y lo que es peor, esperar su vuelta. Después he barajado la posibilidad de ir al supermercado a comprar helado, pero he recordado que no tengo congelador. Pasado un rato, me he decidido por un dónut de chocolate fondant.
Ahora que el universo parece mantener su equilibrio pienso que es posible que experta tenga razón y que nuestro cerebro se acostumbra y que no es bueno y viviremos menos tiempo y dejaremos hueco a alguien que siga la religión del aguacate. Aún así, después de terminar mi dónut, estoy convencida de que, a veces, lo único que se necesita para ser feliz es un pico de glucosa.
Tamara Tossi ©